“Nadie es profeta en su tierra” es la frase que rezaba bajo la ventana del paquebote diseñado por Aalto. Un barquito construido para cruzar el lago que le acercaba a su nuevo retiro en Muuratsalo.
Retomando una reflexión de Luis Fernández Galiano y retorciéndola hasta el absurdo me voy a permitir, en esta isla de insensatez en la que se ha convertido el editorial, establecer un paralelismo inverosímil y un tanto torticero entre España y algunas referencias nórdicas.
Galiano relaciona la frase con un cierto rencor de Aalto hacia sus paisanos por no haber digerido su marcha a EEUU durante las “guerras de invierno y de continuación” frente a los rusos en lugar de haber permanecido estoicamente en Finlandia defendiendo su tierra. La mirada entre lacónica y avinagrada de Aalto lo dice todo.