El estudio de José Ignacio Linazasoro (San Sebastián, 1947) ocupa la sexta planta de un in- mueble burgués en el muy burgués barrio de Salamanca de Madrid, justo encima de la que ahora es su casa y antes fue la de su familia, donde proyectó sus primeras obras. Toda una lección de permanencia: la misma que Linazasoro defiende en su arquitectura. El estudio tiene el aspecto de las oficinas modestas y un tanto caóticas que hasta ahora han sido el hábitat natural de los arquitectos españoles, pero que tal vez están condenadas a desaparecer. Mesas blancas y repletas de objetos, carpetas y archivadores por doquier, algún tablero de dibujo, muchas maquetas y, en la sala de juntas, una buena biblioteca donde lucen las cubiertas ajadas de las monografías y los lomos consecutivos de las revistas de arquitec- tura. Linazasoro, uno de los pocos arquitectos españoles que construye, piensa y escribe bien, también habla bien: pausada, elegantemente, eligiendo las palabras. Sentado y con los estantes repletos en torno, Linazasoro explica que posee otras dos bibliotecas, la de su casa y una en Ávila donde atesora primeras ediciones, incluso un ejemplar del Vitruvio de Barbaro. Vamos a hablar de arquitectura, pero se anticipa, como excusándose, para decir que lo suyo, en realidad, es la música. Que su talento natural consiste en tocar el piano…